El esfuerzo de China para reformular el orden mundial ha ganado impulso desde que Xi Jinping asumió la presidencia del país en 2013. La llamada Iniciativa de la Franja y la Ruta , buque insignia de Xi en política exterior, ejemplifica claramente el objetivo a largo plazo de Pekín de impulsar el prestigio de China en el mundo. Se trata de un ambicioso programa de infraestructuras e inversiones de un billón de dólares para enlazar China con el resto de Asia, así como con África y Europa, que no sólo tiene un objetivo económico, sino que también ha servido a los esfuerzos de Pekín para exportar un modelo chino de gobernanza a otros países, incluida su particular visión de los derechos humanos. Los proyectos de la Iniciativa de la Franja y la Ruta suelen negociarse entre Estados y a menudo benefician a las élites, sin que medie consulta con las comunidades ni las personas directamente afectadas y sin que se mitiguen los efectos adversos que puedan tener sobre ellas.
En 2017, Xi dejó aún más clara su visión de China cuando, en un discurso que pronunció en el 19 Congreso del Partido Comunista Chino, describió sus planes para que, en 2050, el país sea una de las mayores economías y potencias militares del mundo. Ese mismo año, la Constitución China incluyó el “Pensamiento de Xi Jinping sobre el Socialismo con Características Chinas para una Nueva Era” y, desde entonces, China ha tratado de introducir el lenguaje de esta teoría política que lleva el nombre de Xi en las resoluciones de la ONU.